Las autoridades luchan para enfrentar el carácter global del narcotráfico. El proyecto colaborativo NarcoFiles: muestra cómo los periodistas pueden trabajar juntos para construir una imagen más completa de cómo operan los grupos delictivos internacionales.
Por Paul Radu
Que vivimos tiempos peligrosos es una obviedad. La destrucción del medio ambiente, los ataques globales a la democracia y los conflictos armados en Ucrania, en el Sahel, en Israel, en Gaza, acaparan los titulares todos los días.
Pero también vivimos las secuelas de otro gran combate que ya se ha perdido: la llamada "guerra contra las drogas". Esta batalla se ha librado durante más de medio siglo con un gran costo humano y con pocas victorias contra las bandas mundiales de narcotraficantes.
De hecho, el consumo de drogas ha aumentado en todo el mundo, según Naciones Unidas. Los grupos de delincuencia organizada han obtenido beneficios asombrosos y se han convertido en poderosas fuerzas políticas en muchas partes del mundo, todo ello a costa de todos los que sufren la violencia relacionada con el tráfico de drogas y la crisis sanitaria que ocasiona el consumo de estupefacientes.
Detrás del dolor y el sufrimiento hay grupos criminales cuyas actividades abarcan prácticamente todas las conductas ilegales conocidas por la humanidad. Aunque transnacionales por naturaleza, sus delitos suelen ser investigados y perseguidos de forma aislada por fuerzas y cuerpos de seguridad confinados dentro de sus fronteras nacionales.
Este artículo es parte de NarcoFiles: el nuevo orden criminal, una investigación periodística transnacional sobre el crimen organizado global, y como ha innovado y se ha extendido por el mundo.
El proyecto, liderado por OCCRP con el apoyo del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), se inició con una filtración de correos electrónicos de la Fiscalía General de La Nación de Colombia que fue compartida con medios de todo el mundo.
Los periodistas examinaron y corroboraron el material junto a cientos de documentos, bases de datos y entrevistas.
El carácter global de la delincuencia organizada impide que este enfoque fragmentado dé resultados suficientes. Las fuerzas policiales y las agencias de inteligencia tienen una visibilidad limitada de los ecosistemas delictivos que se expanden más allá de sus jurisdicciones.
Su campo de visión se ve aún más reducido por la geopolítica, las disputas políticas y la falta de cooperación de países en los que los delincuentes se han infiltrado en el gobierno. Basta pensar en lo improbable que sería que la policía iraní trabajara codo con codo con sus homólogos de Estados Unidos y la Unión Europea para enfrentar una organización criminal.
La delincuencia internacional se ve muy distinta cuando los periodistas de investigación traspasan las fronteras para colaborar en un proyecto como NarcoFiles. A diferencia de las fuerzas de seguridad, los periodistas pueden establecer alianzas mundiales con rapidez, independientemente de su nacionalidad, y pueden ampliar el foco para obtener una visión más amplia del panorama delictivo mundial.
NarcoFiles. es el mayor proyecto de investigación sobre el crimen organizado que ha surgido de América Latina, una región duramente golpeada por el narcotráfico, así como la violencia y la corrupción que acarrean. La filtración de NarcoFiles. nos brindó una oportunidad sin precedentes para esbozar una imagen mucho más clara de cómo los narcotraficantes construyen sus feudos transfronterizos y de cómo las fuerzas policiales se ven desbordadas por sus acciones.
Lo que hemos visto es una conspiración criminal transcontinental en la que grupos de narcotraficantes aparentemente aislados son, en realidad, miembros de organizaciones criminales sin fronteras. Algunas de estas alianzas clandestinas se basan en relaciones probadas y comprobadas, mientras que otras se forman ad hoc en torno a intereses comunes. Se trata de un sistema de acceso libre donde los delincuentes siguen creando nuevas oportunidades para cometer delitos tanto en el mundo físico como en el digital.
También hemos visto cómo los delincuentes pueden utilizar infraestructuras logísticas, financieras y digitales facilitadas por políticos, banqueros, contables, abogados, agentes del orden, piratas informáticos, expertos en logística, e incluso periodistas corruptos.
Estas personas suelen vivir en países que los grupos de delincuencia organizada consideran refugios seguros. Allí se felicitan de los beneficios obtenidos y de mantenerse a salvo de la violencia que asola países como México o Ecuador, donde los criminales reinan con sangre. En muchos casos, no son conscientes de que el cáncer que ayudan a alimentar está haciendo metástasis y acabará también alcanzándolos.
En OCCRP siempre decimos que hace falta una red para luchar contra una red. Pero en el caso del narcotráfico mundial se necesita mucho más que eso. Nos enfrentamos a un enemigo transnacional cuyo poder ha crecido sin control durante demasiado tiempo.
Hablamos de generaciones de criminales despiadados para los que hacer el mal es un estilo de vida. Se trata de padrinos inversores y criminales, pero también de villanos de la vieja escuela que financian a nuevos delincuentes dedicados a perpetrar ataques de ransomware contra hospitales y a suministrar armas a extremistas u organizaciones terroristas. También se trata de ladrones que utilizan los cientos de miles de millones de dólares generados por el narcotráfico para comprar la tierra bajo nuestros pies, nombrar a funcionarios del gobierno y cambiar las leyes en su beneficio.
A fin de cuentas, la delincuencia organizada representa a una minoría que inflige un daño desproporcionado a los sistemas democráticos respetuosos con la ley. Es un enemigo global al que hay que combatir y reducir para que prevalezca la democracia.
Los periodistas se han unido para desenmascarar a este enemigo con los NarcoFiles. pero necesitamos muchos más aliados para cambiar la situación. Necesitamos un enfoque nuevo y global si queremos acabar con las guerras propiciadas por la corrupción y el crimen organizado. Necesitamos instituciones mundiales capaces de abordar el problema y necesitamos que la izquierda y la derecha acepten que se trata de una cuestión de interés común que trasciende las luchas partidistas.
También necesitamos que las empresas tecnológicas desempeñen un papel más activo en la lucha contra la delincuencia. No nos equivoquemos: los delincuentes son muy creativos y, mientras usted lee estas líneas, probablemente estén desarrollando sus propias modelaciones de lenguaje y herramientas de inteligencia artificial.
Siempre planifican con antelación. Nosotros tenemos que hacer lo mismo.