Publicación: 12-nov-23
Archivos filtrados a la Fiscalía General de la Nación de Colombia muestran los enormes tentáculos y conexiones de los cárteles mexicanos por Sudamérica y más de una decena de países en cuatro continentes: sus conversaciones, viajes, métodos de transporte de drogas y operadores clave; la empresa criminal mexicana vista desde la inteligencia internacional.
Crédito: Ángel Boligán
Cuando salen de México dejan las armas, los chalecos antibalas y los vehículos acorazados en casas de seguridad. Los enviados de los cárteles mexicanos a otros países acuden a hacer negocios, a garantizar proveedores, a amarrar rutas e incluso a facilitar armas y entrenamiento a grupos criminales aliados, pero no a generar violencia con grupos armados ni a conquistar nuevos territorios, como sí lo hacen en México. Allá son discretos, utilizan pasaportes, se alojan en hoteles, comen en restaurantes elegantes. Se mueven en silencio.
Centenas de archivos de la Fiscalía General de la Nación de Colombia detallan las operaciones de los cárteles mexicanos en más de una decena de países de cuatro continentes: América, Europa, Asia y Oceanía. Los investigan gobiernos de Colombia, Panamá, Estados Unidos, Inglaterra, Australia, entre otros. Los datos fueron obtenidos gracias a una filtración del grupo Guacamaya, el mismo que hackeó el sistema de correos electrónicos de la Secretaría de la Defensa Nacional de México.
Las investigaciones muestran más de 50 operaciones de grupos criminales –que incluyen al menos a una persona de nacionalidad mexicana– con estructuras delincuenciales de Colombia, Australia, Bélgica, Brasil, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, España, Estados Unidos, Guatemala, Holanda, Líbano, Nicaragua, Países Bajos, Panamá y Venezuela. Las identifican como “relaciones comerciales”. Entre sus roles principales están trazar, supervisar y coordinar rutas que cruzan continentes con cargamentos de drogas.
El análisis de la base de datos creada para el proyecto #Narcofiles: el nuevo orden criminal, liderado por el Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP) y con el apoyo del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), a partir de más de 13 millones de reportes policíacos, operaciones de inteligencia y correos electrónicos que forman parte de los archivos de la fiscalía colombiana, revela que desde 2019 las autoridades le han seguido el rastro a seis grupos de la delincuencia organizada etiquetados como mexicanos: Cártel de Sinaloa, Cártel Jalisco Nueva Generación, Cártel de Oaxaca, Los Cuinis (vinculados a Jalisco Nueva Generación), Los Zetas y Los Arellano Félix.
Sus actividades delictivas principales son el trasiego y producción de estupefacientes, minería ilegal, financiamiento económico a otros cárteles y lavado de activos. Incluso, en la información aparece una treintena de empresas privadas que se relacionan con criminales mexicanos y que son investigadas por lavado de activos, tanto por el gobierno de Colombia como por los de otros países.
Los nombres asiduos son el Cártel de Sinaloa, el Cártel Jalisco Nueva Generación y Los Zetas. Sus aliados: el Clan del Golfo, disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la banda Los Pocillos, Los Caparros e incluso Hezbolá.
En estos documentos también se identificaron al menos 142 operadores de bandas criminales que cumplen algún papel en las transacciones criminales, 12 de ellos con pasaporte mexicano que registran su entrada una vez al mes en países como Colombia o se alojan en hoteles de alto prestigio durante sus estadías. El resto son principalmente de origen colombiano, pero también figuran personas de Venezuela, Costa Rica, Panamá, Guatemala, Honduras, Líbano, Australia, entre otros países.
Los grupos criminales mexicanos han llegado en búsqueda de socios locales para generar alianzas y crear nuevas rutas.
Entrevistado para este reportaje, Francisco Javier Daza, investigador de la Fundación Paz y Reconciliación de Colombia, explica que cárteles como el de Sinaloa, considerado como uno de los más grandes de México, aprovechó las disputas armadas entre organizaciones colombianas para aliarse con el Clan del Golfo, un grupo del mismo calado en la Colombia.
“Sí llega a pasar que subcontraten a colombianos, pero tiene que ser a través de grandes grupos como el Clan del Golfo, porque si ellos ven que (los cárteles mexicanos) pueden representar algún tipo de amenaza no lo van a permitir”, aclara.
Su llegada a Colombia, analiza, responde a una necesidad de obtener mejores precios en la hoja de coca y asegurar la logística y la ruta de distribución.
“Están, por ejemplo, en el departamento de Norte de Santander, en el municipio de Tibú, el cual tiene la densidad de cultivos de hoja de coca más alta de todo el país. Ahí se tiene identificada la presencia de ciudadanos mexicanos a nombre de cárteles, pero están en un plan de monitorear el negocio, no de involucrarse en las dinámicas de confrontación armada que hay en Colombia”, asegura Daza.
El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) es el otro gran “negociador” en Sudamérica. La Fiscalía de Colombia cuenta con informes que detallan sus relaciones en ese país desde 2019. Las investigaciones de los fiscales los relacionan con Guerrillas Unidas del Pacífico, disidencias de las FARC y con Óscar Adriano Quintero Rengifo, alias ‘El príncipe de los semisumergibles’, detenido hace dos años.
En los documentos hallados en la filtración de la fiscalía colombiana se puede identificar que los cárteles mexicanos buscan otros mercados como los de Europa y Oceanía. Se advierte el crecimiento de la comercialización de drogas sintéticas e incluso un fenómeno de “relocalización” de la siembra de hoja de coca en otros países fuera de la región andina, como Guatemala, Honduras y México.
“Actualmente los precios ya no son los mismos, las producciones se están reteniendo, se están quedando guardadas porque no tienen compradores. De una forma u otra, este descenso en la oferta y la comercialización de la hoja de coca procesada también puede incidir en qué tan buen negocio es para un cártel mexicano seguir acá en Colombia, sobre la base de que no es negocio, no hay una ganancia real en materia económica”, adelanta el investigador de la Fundación Paz y Reconciliación.
Esta base de datos es, en realidad, un pequeño ejemplo de las alianzas, negocios, personajes clave y envíos que cruzan fronteras, cielos y océanos.
Presentamos cuatro historias que nos dibujan la expansión del crimen mexicano y sus conexiones globales: un facilitador de negocios que se dedica a mover los hilos criminales entre continentes para hacer que la droga llegue de manera segura, un cuarteto de colombianos que arribaron a Oaxaca en 2021 escondidos en un semisumergible con cocaína, el poder de la “marca” de Los Zetas en actividades de grupos de la delincuencia organizada en Colombia, y las visitas de emisarios de las dos estructuras del narcotráfico más poderosas de México: el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Para cada uno de los textos se solicitó una entrevista o la respuesta de un cuestionario a las secretarías de Marina, Defensa Nacional, Relaciones Exteriores, Seguridad y Protección Ciudadana y a la Fiscalía General de la República. Ninguna institución respondió.