PUBLICACIÓN: 16-SEP-2024

‘Nunca agache la cabeza cuando digan: Tepito es malo’

En un encuentro con jóvenes de 12 a 29 años dentro del llamado “barrio bravo”, expusieron que la violencia que viven las personas de sus edades se origina en el conflicto intrafamiliar, la estigmatización, el machismo y el reclutamiento del crimen organizado.

  • TEXTO:
  • Mariana Betanzos
  • |
  • Fotos: Hugo Salvador
Jóvenes desaparecidos

Edmar, nacido con “huesos de cristal”, muestra con orgullo la foto con la que se convirtió en una estrella.

Escondido en la calle Jesús Carranza, conocida como la más peligrosa de Tepito, se encuentra un refugio para la juventud. Se trata del espacio de educación comunitaria Pilares Equidad, en el corazón del “barrio bravo”, ubicado como uno de los sectores más violentos de México. A su alrededor se observan chelerías, bocinas que revientan, comercio ambulante, productos legales y piratería, trasnochados, vendedores de metanfetaminas.

Barrio originario, hoy Tepito es parte de la colonia Morelos, conocida como una de las más violentas de la Ciudad de México. Es enclave de la organización criminal dominante en la capital, la Unión Tepito, que en la última década ha recrudecido su violencia criminal.

Los habitantes conocen su realidad y su estigma. Los jóvenes saben del deseo permanente de las estructuras criminales por reclutarlos, pero muchos de ellos también han opuesto resistencia.

En la colonia Morelos hay cuatro mil 279 personas que tienen de 15 a 29 años de edad, según el Censo 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El grado de escolaridad promedio es de 9.7, es decir, la secundaria concluida. El Índice de Desarrollo Social es de 0.82, es decir, bajo, de acuerdo con el Consejo de Evaluación de la Ciudad de México. Este indicador mide las necesidades básicas insatisfechas, como salud y vivienda.

Este día, 3 de agosto de 2024, hablamos con mujeres y hombres jóvenes que fueron invitados a Pilares Equidad para conocer, desde su propia voz y criterio, las razones que llevan a la desaparición y el asesinato de sus generaciones en México, a lo que expertos en violencias han calificado ya de juvenicidio.

Este sitio se creó para darle un espacio a las juventudes. Aquí hay baile, talleres, se hornea pan y se cosecha un huerto. Alguna vez fue un parque que se convirtió en referencia de autodestrucción y la comunidad lo recuperó. Hoy recibe a sus usuarios con arte graffiti. Forma parte de una red de espacios de arte y educación en Tepito, históricamente gestionados por la comunidad, antes de la creación del programa gubernamental Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (Pilares), enfocado en zonas de alta marginación.

Desde 2006, cuando inició la llamada “guerra contra el narco”, en este país matan o desaparecen, en promedio, a 46 jóvenes cada día.

Jóvenes desaparecidos

Salomón, de 16 años, pide escuchar las preocupaciones de los jóvenes.




“Combatimos y resistimos a la violencia estructural”

“Es una maravilla vivir aquí… mucho ruidero, muchas groserías y estar alocado”, cuenta sonriente Salomón, de 16 años, después de hornear un pastel en la clase de panadería. Cuando no va a la escuela, trabaja como repartidor, y su sueño es tener un restaurante con una estrella Michelín. Su mamá no lo deja salir mucho y, cuando le da permiso, le gusta acudir a Equidad a estudiar.

Salomón cree que una de las razones de que la violencia en el país sea tan grande es que “desde pequeño la familia te puede decir groserías, pegar, muchas cosas, hasta matarte”. Recuerda a sus amigos que viven en familias que los violentan. Piensa que a los jóvenes les hace falta que hablen más con ellos, tener más sensibilidad ante sus preocupaciones. “Que si lo ven triste o raro, se acerquen y le digan: ¿por qué estás así? ¿Te han pegado o te han maltratado?”

En este centro hay clases de cocina, gastronomía y panadería, electricidad y carpintería. También hay una cabina de radio, y clases de varios tipos de baile y deportes. “Por cualquier medio necesario combatimos y resistimos a la violencia estructural”, dice Isaac Castillo, coordinador del sitio gubernamental, citando al activista afroamericano Malcolm X, cuyo retrato porta en la playera.

La violencia estructural se refiere a las grandes desigualdades económicas que se traducen en otras violencias. “Cuando les damos estos conocimientos a los niños les sirve para transformar su realidad, y eso ya es otro elemento de resistencia a la violencia estructural, porque es ser conscientes de que no es natural ni normal, sino que es algo implantado de fuera”, explica Isaac, tepiteño, quien llegó desde niño al histórico Espacio Cultural Tepito, donde tomó consciencia de la necesidad de la intervención con la gente.

“Ahí donde hay vida y organización comunitaria se están restando espacios donde se reproduzca la violencia. Donde hay entendimiento, donde haya relaciones sociales guiadas hacia lo productivo, ahí se está combatiendo la violencia directamente”, explica.

“Por cualquier medio necesario combatimos y resistimos a la violencia estructural”: Isaac Castillo, coordinador del Pilares Equidad, cita a Malcolm X.




Con menos de un metro 30 y delgado, Christian hace artes con el balón. A los 12 años tiene clara su carrera: ser futbolista profesional. El “barrio bravo” y su estadio Maracaná son cuna de varios futbolistas de altura internacional. Christian acude al Pilares para hacer amigos y también porque siente confianza de hablar y experimentar.

“Si tengo amigos de otros lados me van a empezar a decir que soy de Tepito, que no puedo estar con ellos, que soy malo, que les voy a robar, entonces por eso me gusta estar con los de mi lado”, comparte.

Una de las mayores violencias que viven las y los jóvenes entrevistados no surge al interior del barrio, sino afuera: la discriminación. De la dificultad por obtener un trabajo fuera del barrio, al permanente acoso policial. “Ah, ven para acá, una checada. Dame tu teléfono, tu dinero. Al comerciante lo tratan como delincuente, porque hay corrupción”, dice María, joven universitaria que agradece a sus papás comerciantes estar terminando su carrera.

A las personas jóvenes entrevistadas les inquieta el uso que se hace de las redes sociales para el reclutamiento de hombres y de mujeres para el crimen organizado y la trata. También consideran que aún hay mucha desinformación sobre la violencia de género.

“Los feminicidios ocurren principalmente desde la educación en casa… jamás enseñan que la igualdad vale. En el caso de las mujeres, nos enseñan a ser sumisas y a atender siempre a los hombres, y a los hombres les enseñan que tienen el derecho sobre una mujer”, dice Paola, de 16 años.

De 23 años, otra joven también llamada Paola, estudia Relaciones Internacionales. Acude a Equidad en sus tiempos libres. Describe que su universidad, Rosario Castellanos, se hizo para personas que fueron rechazadas en otras universidades cuando aplicaron exámenes; en su caso, ella no hizo examen porque pensó que no se iba a quedar y no tenía recursos para acceder a otro tipo de escuela.

Para Isaac Castillo, la clave contra la violencia está en trabajar en la identidad, ante un bombardeo cultural sobre las formas en que las juventudes tienen que vivir, y un estigma sobre lo que es ser de Tepito. “Que los jóvenes descubran que ese proceso identitario no pasa necesariamente por hacerle caso a esta propaganda: que debes tener carros, mujeres, lujos; que tienes que ser malo”.

Jóvenes desaparecidos

Estudiosas, participativas y orgullosas de su barrio son las jóvenes mujeres que acuden a Equidad.


María porta con orgullo una gorra con el letrero de Tepito. Tiene 21 años y estudia derecho y criminología. “Cuando hablan que uno es de Tepito, ahí ya se espantan. En parte la culpa la tienen los medios de comunicación, porque nada más reportan sucesos delictivos, no vienen a entrevistar a la gente que sí se levanta desde las cinco de la mañana a surtir su mercancía”. Unos días antes de la charla, trascendió que en Carranza, la calle donde se ubica este espacio, fueron asesinadas dos personas en menos de un día; una era menor de edad.

Para María “vivir en Tepito es un orgullo, porque una vez me dijeron que me tenía que sentir avergonzada. Y me dijo mi tía: tú no tienes que avergonzarte de nada, ¿por qué? Porque somos comerciantes, vivimos al día, así que usted nunca agache la cabeza cuando digan: Tepito es malo”.




Arte para resistir

A sus 15 años, Edmar se ha sometido a 13 cirugías porque nació con “huesos de cristal”, una enfermedad llamada osteogénesis imperfecta. Vestido de gorra de beisbol de Los Ángeles Dodgers y chamarra combinadas en azul rey, y una cruz “para protegerse”, es una estrella de la foto. Ganó el Concurso de fotografía chida: muéstrame tu barrio. También ha expuesto en la galería José María Velasco, en Peralvillo, edita fotos, videos y diseña playeras.

Desde su estilo al vestir, Edmar busca ser original, y el secreto de su arte es lograr “que esté centrada la foto, que se vea bien la luz, el balance de todo”. Lo aprendió en el taller Fotografitos de Tepito en el histórico Espacio Cultural Tepito, desde donde considera que le puede enseñar su barrio a otros jóvenes. Pero lo que más le gusta, es que ahí lo respetan, le ayudan, lo cuidan y lo quieren.

También con gorra de beisbolista, pero de Los Yankees de Nueva York, y combinado en rojo, Diego es otra estrella de los Fotografitos. No sólo apareció como protagonista en el video musical Mi Tepito, de la banda de ska Fayu-k, también realizó varias de las tomas.

“Llegué aquí como a los seis años. Comencé con el curso de ayuda a las tareas porque en primaria era un desastre, no hacía las tareas”, recuerda sobre cómo inició en el espacio cultural. “Hay mucha violencia en los alrededores, en sí, los jóvenes son más influenciables, se dejan llevar más por las cosas, les meten ideas”. Pero, considera, hay muchos jóvenes que han salido adelante y, por ejemplo, ahora son grandes fotógrafos. De Tepito “ha salido gente que ha llegado a la cima”.

Es cierto, de Tepito son personajes destacados como Armando Ramírez, el “cronista del barrio”, el futbolista Omar Campos, que hoy juega en Los Angeles FC, el boxeador Rubén “El Púas Olivares” y el periodista Ricardo Rocha.

“De Tepito ha salido gente que ha llegado a la cima”, dice Diego, quien muestra las fotos favoritas que ha tomado.




El taller de fotografía para niños y adolescentes emergió de uno de los mayores crímenes cometidos en las últimas décadas contra la juventud en la Ciudad de México: el caso “Heaven”. En 2013, trece jóvenes mujeres y hombres tepiteños fueron víctimas de desaparición forzada en la Zona Rosa y, a través de esta iniciativa cultural, se buscó dar cobijo a las infancias que quedaron huérfanas por la tragedia. Una reacción comunitaria.

“Aspiramos a fungir como elemento de contrapeso ante la desfavorable influencia de factores de riesgo. Trascender el oficio fotográfico a una intervención de carácter preventivo social”, dice Mariana Iedany García, actual coordinadora del proyecto.

Su padre, Mario Puga, es fundador del Espacio Cultural Tepito, situado en los límites de lo que fue la isla México Tenochtitlán. Primero, el lugar fue una vecindad donde vivía con su familia. “En esos tiempos de los setenta, empezamos a hacer actividades culturales, traer música, hacer cuentos, traer cine. Entonces eso sirvió mucho para que hiciéramos la Biblioteca de la Juventud A.C.; gente del barrio empezó a juntarse aquí”, rememora Puga.

Después, nació el periódico “El Ñero”, para el cual el periodista Miguel Ángel Granados Chapa dio un taller. “Con esa vena periodística cultural” fue visitado por escritores como Elena Poniatowska y Carlos Monsiváis, recuerda Puga, quien es antropólogo, hijo de un restaurador de libros. “En mi casa siempre hubo libros, desde chavito hemos estado apegados a la cuestión de la educación”.

Ahí surgió el colectivo Tepito Arte Acá, movimiento artístico que reivindicó la historia del barrio y exploró el potencial del arte para transformar la identidad comunitaria. Uno de sus precursores fue Daniel Manrique, cuyo mural permanece al fondo del espacio. El pintor, cuenta Mariana, los entretenía cuando eran morritos, dándoles un pincel para que lo ayudaran.

Hoy, las pinturas de los niños y jóvenes se extienden por todas las paredes de la antigua vecindad. “Derecho a estudiar y aprender”, se lee en una de ellas. Un entusiasta guía de diez años se apunta para explicar los murales que han pintado. El más grande, un planeta, muestra las dos caras del mundo, “si lo cuidamos o no”.

Vecindad en Tepito

Las pinturas de niños y jóvenes se extienden por las paredes de la antigua vecindad donde nació el Espacio Cultural Tepito.



Con 15 años, Hugo está convencido de que se puede ganar la vida con una cámara. Cambió su forma de ver la vida. “Ya ves algo y dices ‘ah, qué bonito, ¡una foto!”

De ojos grandes y porte formal a sus 13 años, Miguel piensa que el programa de Fotografitos es una oportunidad para no enfocarse en actividades como el consumo de drogas que ha observado a su alrededor, o que le han llegado a ofrecer. “Hay niños que empiezan desde los nueve años”, cuenta. Piensa que a los jóvenes les falta más atención y amor de sus padres.

Chelsy, fotografita de 14 años, también observa a su alrededor el problema de las adicciones y la violencia intrafamiliar. “Hay personas como que la traen, tienen muchos problemas en casa y no saben cómo expresar eso y lo expresan con agresividad”. También observa acoso contra las mujeres y violencia de género. “Una amiga andaba con un señor de 25. Me enseñó conversaciones donde le decía que él no se iba a hacer responsable de su hijo porque era una puta”.

Desde hace un par de años, Mario Puga está a cargo del segundo Pilares de la colonia, llamado “Tepito-Morelos”. Comparte que el Espacio Cultural Tepito, como sitio autogestivo, ha sido una inspiración para el proyecto gubernamental, e incluso lo han asesorado. Una iniciativa ciudadana que se convirtió en política pública.

Como éste, hay más espacios que históricamente han estado interviniendo en comunidades con altos índices de marginalidad y que se han articulado en el programa de Pilares. Otro ejemplo es “La LATA” en Pantitlán. “Se logró hacer una vinculación con estos espacios que ya se gestionaban por medio de la comunidad y hubo un acuerdo para que pudieran integrarse a Pilares”, dice Omar Marmolejo Toledo, coordinador en la alcaldía Venustiano Carranza.

Vecindad en Tepito

Mario Puga es fundador del Espacio Cultural Tepito, donde desde los setenta la gente del barrio comenzó a reunirse para actividades artísticas.




Una cadena de buenos recuerdos

Juan usa cadenas de todos tamaños, incluyendo una pesada con un candado. “Mientras más larga la vida, tu cadena va a ser más larga. Un eslabón puede representar un recuerdo, por ejemplo a los cinco años jugando con los amigos futbol, a los seis años estás en la escuela e hicistes algo que te gustó”, cuenta en una entrevista sobre un ring de box, en el patio central del Pilares Tepito-Morelos, ubicado a casi un kilómetro del Pilares Equidad.

De 29 años, Juan García Marmolejo está terminando la preparatoria. No pudo hacerla antes porque su mamá enfermó cuando él era más joven y se dedicó a cuidarla; su padre, conductor de tráiler, tenía que trabajar. Es un asistente asiduo del espacio, en donde hay computadoras para cursar la preparatoria o la universidad a distancia, y también asesorías de materias y para realizar el Comipens, el concurso de asignación a la educación media superior.

Las “Ciberescuelas” fueron el antecedente del proyecto Pilares, que ahora es uno de los programas sociales principales de la exjefa de gobierno de la Ciudad de México, actual presidenta electa, Claudia Sheinbaum. A estos centros se les han sumado actividades deportivas, artísticas y talleres de serigrafía, electricidad y textil.

“Se busca independizar a los usuarios para que ellos tengan un sustento”, dice Stephanie Juárez De Rojas, trabajadora del lugar, quien destaca que el espacio está al alcance de todos.

De acuerdo con datos proporcionados por la institución, en lo que va de 2024 esta sede ha atendido a dos mil 377 personas, y la mitad tienen de 10 a 29 años.

La trabajadora comparte que, además de la preparatoria en línea, hay un módulo de prevención de adicciones. “Ellos están en el ámbito, algunas de las casas donde viven, se puede decir que son puntos (de venta de droga)”.

Explica que el mensaje que les envían es “te ofrecemos educación, cultura, deporte. Puede que allá te den otras cosas, pero de este lado está más padre”.


Box en Tepito

Para Juan, de 29 años, las cadenas simbolizan la vida, cuenta en el ring central de Pilares.



Alexander Iré, de 12 años, asiste al Pilares desde hace dos. Lo que más le gusta son “las compus”, las clases de teatro, malabares y graffiti. “Para mí, venir aquí es como tener todo, porque te ayudan a la tarea, puedes jugar en las computadoras si te da tiempo. Hago amigos”.

Al pasar por el taller de alebrijes, Alexander se emociona. “¡Ahí está mi figura!”, y presume su obra. En el lugar hay cerca de 31 actividades. “Se les da la libertad de escoger qué es lo que les gusta”, dice Stephanie.

El adolescente comparte dinámicas que observa en algunos jóvenes. “Sienten que por traer un arma ya se creen mucho. O les dicen: si matas a esta persona te doy cinco mil pesos. Ah, pues dinero fácil, y desde ahí se va haciendo la cadenita”. Frente a esta realidad, Alexander quiere estudiar criminología.

Por su parte, Juan García Marmolejo, quiere estudiar lenguas extranjeras e ingeniería robótica. Observa que, en muchas ocasiones, tanto los papás como las mamás tienen que trabajar y es difícil darle atención a sus hijos. Y también que el germen de varias violencias que viven los jóvenes está en las familias.

“Conocí a un chavo que sus papás le pegaban mucho, iba conmigo a la primaria… me dijo que una vez lo quemaron. Tiempo después, lo volví a encontrar y los papeles se invirtieron: ahora él le pegaba a su papá”, comparte.

De vuelta en el ring central, Juan, de 29 años, y Alexander, de 12, juegan a las luchitas. “Yo me siento orgulloso de nacer aquí en Tepito”, suelta Alexander.


Box en Tepito

Alexander Ire, de 12 años, presume su alebrije. Piensa que hay jóvenes que “se creen mucho por traer un arma”.