La neurobiología de la conquista
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El Instituto
Kinsey
de la Universidad de Indiana en Bloomington se estableció en 1947 para investigar cuestiones relacionadas con la sexualidad, el género y la reproducción, convirtiéndose en uno de los pioneros en este tipo de estudios.
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El
estudio
de la
evolución de la sexualidad humana (ligada o no a los sentimientos amorosos) plantea importantes cuestiones sociales, dado el creciente uso de pruebas genéticas para detectar determinados comportamientos y de fármacos para modular los procesos mentales.
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Más allá
del
panorama
social, los investigadores intentan aislar e identificar los componentes neuronales y genéticos que subyacen a esta emoción que se interpreta de diferentes formas según las historias individuales, pero que mantiene elementos biológicos comunes.
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Los
vinculos
a largo
plazo entre parejas son poco frecuentes en los mamíferos. Es posible que estén regulados por los mismos mecanismos cerebrales que intervienen en el vínculo maternal.
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En los
últimos
tiempos,
ha habido una tendencia hacia relaciones románticas más cortas y frecuentes. La importancia del compromiso en las relaciones románticas ha experimentado un declive.
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Nuevas
investigaciones
confirman el deterioro del sistema inmunológico ante el rompimiento amoroso que promueve la secreción de algunas hormonas y cambios en el organismo.
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El cortisol
y la
adrenalina
(esta última pertenece a un grupo denominado catecolaminas) aumentan la frecuencia cardíaca y la tensión arterial. El exceso de catecolaminas llega a ser tan severo que puede llevar a una disfunción en la microvasculatura y espasmos de las arterias coronarias.
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La idea
de que
el amor
es una propiedad emergente de un cóctel de neuropéptidos y neurotransmisores antiguos plantea cuestiones importantes para la sociedad. Hay fármacos que prometen reproducir esta energía, pero solo lo logran estimulando la confianza. No hay comprobaciones biológicas de su funcionamiento.
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La
posibilidad
de que la
variación genética pueda influir en la calidad de nuestras relaciones románticas también muestran intrigantes. Tal vez algún día se disponga de pruebas genéticas para determinar la idoneidad de las parejas potenciales, pero el éxtasis de la “ruleta rusa” de nuestras elecciones quedaría anulado.