Los

diferentes

tipos

de satélites, clasificados según su órbita o función, se han convertido en herramientas de supervivencia. Facilitan la comunicación, navegación, análisis espacial, predicción meteorológica, estudio del cambio climático y gestión de catástrofes.

La

órbita

GEO

es ideal para los diferentes tipos de satélites meteorológicos, ya que proporciona un punto de vista constante que permite a los científicos controlar los patrones de las nubes y predecir sus movimientos.

Este año

inició con

el

lanzamiento del satélite PACE por parte de la NASA, que ofrecerá una mejor comprensión acerca de cómo interactúan entre sí los aerosoles atmosféricos (como contaminantes y cenizas volcánicas) y la vida marina, incluyendo algas o plancton.

Los

satélites

de

investigación climática están equipados con tipos específicos de sensores que permiten a los científicos recopilar datos completos variados sobre los océanos y el hielo, la tierra, la biosfera y la atmósfera del planeta.

En 2024

Space X

hizo crecer su constelación. Los satélites de Starlink orbitan aproximadamente a 550 kilómetros sobre la Tierra desde donde, ocasionalmente, son visibles a simple vista mientras se desplazan por el cielo.

La NASA

está colaborando

con

India en otro satélite avanzado de observación de la Tierra que se lanzará el próximo año. El llamado Nisar empleará un radar para medir el aumento de las temperaturas en los glaciares y otras superficies en proceso de deshielo.

Los

biosatélites

permiten

estudiar desde el espacio las células y estructuras de plantas y animales. Al permitir la colaboración entre científicos de distintas regiones, este tipo de satélites desempeña un papel crucial en el progreso de la medicina y la biología.