los científicos cuentan con un arsenal de herramientas (incluidas aeronaves pilotadas y robóticas) que recopilan datos sobre una serie de variables que pueden incorporarse a los modelos meteorológicos y ayudar a los investigadores a estimar el impacto de un huracán.
Los dos
satélites
GOES
vigilan los huracanes desde una altitud de 22 mil 300 millas. Construidos por la NASA, ayudan a los meteorólogos a advertir cuando estas grandes tormentas tocarán tierra.
El reemplazo
de la
pared
del ojo de un huracán significa un aumento en el diámetro del ojo, lo que significa que más áreas serán impactadas por los vientos más fuertes.
Los
meteorólogos
también
están muy atentos al cambio climático, ya que el calentamiento de los océanos y el aumento del nivel del mar podrían complicar las predicciones de la intensidad de los huracanes.
Falta
entender
mejor los
microprocesos que determinan la rapidez con la que se intensificará un huracán, como la formación de tormentas eléctricas, gotas de lluvia y partículas de hielo, entre otros fenómenos.
Los daños
que provocan
los huracanes
han aumentado drásticamente. Temperaturas extremas, así como la urbanización y la migración a zonas propensas, aceleran su impacto.
Un modelo
estadístico con
el que se
investigó el impacto de 500 huracanes, determinó que los huracanes pueden contribuir a la mortalidad local muchos años después, por secuelas de contaminación y estrés, entre otras.