“ERA MI MUNDO, MI TESORO”

“ERA MI MUNDO, MI TESORO”

Por: Laura Jiménez

Consuelo Ochoa Quintana escuchó que en su natal Zamora, Michoacán, el crimen organizado había asesinado y torturado a tres jóvenes por ser homosexuales y temió por la vida de su hija Débora, mujer trans de 24 años, por lo que decidió que toda la familia se tenía que mudar a otro municipio. Las manifestaciones de violencia vinculada con el narcotráfico sumaron violencia por prejuicio hacia la población LGBTIQA+



“Yo no entiendo lo de trans”, dice Consuelo. “Mi hijo se vestía de mujer y él quería que le dijera Débora. A veces le decía Abel y se molestaba mucho pero éramos muy unidos, teníamos una conexión muy grande, era mi mundo, mi tesoro. Yo siempre adoré a mi hijo”.

Débora trabajó con su madre como jornalera durante un corto tiempo hasta que una de sus amigas la llevó a las zonas de tolerancia para ejercer trabajo sexual cerca de bares. A Débora le gustaban las fiestas y no quiso mantenerse alejada de sus amistades, aunque su madre le insistió que era riesgoso regresar a su antiguo hogar. En la madrugada del 1 de julio de 2017, desapareció.

Al poner la denuncia, las autoridades correspondientes criminalizaron a Débora. Consuelo fue intimidada por elementos de la policía. “Nunca hicieron nada, mas bien decían que Abel era culpable y pues no, nunca. Yo tenía miedo de que me hicieran algo”, narra refiriéndose siempre a Débora en masculino, sin reconocer su identidad trans. El ministerio público que le asignaron no contestaba las llamadas y el temor impidió que la familia buscara respuestas sobre el paradero de la joven.

Las llamadas telefónicas que ingresaban nunca fueron esperanzadoras. Consuelo recibió amenazas, insultos e intentaron extorsionar a su familia en más de una ocasión, les pedían cantidades de 5 mil a 10 mil pesos si querían información sobre Débora, si querían hablarle o que siguiera con vida.

Por redes sociales, Consuelo recibió un mensaje que describía las vejaciones y la tortura por la que había pasado Débora antes de morir. “Para que tengas muy presente lo que le hicimos a tu hijo”, le escribieron. Otro mensaje aseguraba que los restos de Débora estaban enterrados en una casa de seguridad que ahora está abandonada. Todo esto causó un colapso mental en la madre de la joven, por ello cedió ante la posibilidad de encontrarla.

“Como están las cosas aquí en México, ¿cómo voy a saber si me van a entregar su cuerpo o si me van a entregar el de otro? Yo no tengo para hacerle ADN, no sé bien qué es eso. Ya no hago nada; ya no tengo la fuerza, en verdad lo único que trato es de vivir”, concluye.

El Centro de Apoyo a las Identidades Trans (CAIT) destaca que existe un vacío histórico en los registros de casos de desaparición de mujeres trans que son trabajadoras sexuales.

“El primer lugar de ocupación de las mujeres trans tiene que ver con el trabajo sexual. Los diagnósticos nos hablan que las personas trans son asesinadas cuando se conoce su ocupación y tendríamos que preguntarnos ¿qué condicionantes relacionados con el trabajo sexual generan una mayor violencia o una mayor exposición?, para poder emprender acciones de no criminalización y prevención”, plantea Rocío Suárez, directora del CAIT.

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