Alfareros, la resistencia a morir por plomo en la sangre

Texto: JUSTINO MIRANDA

Juan Alfarero

TLAYACAPAN, Mor.- En la tierra de los chinelos y el barro, los alfareros tradicionales responden a quienes advierten de los daños en la salud por usar esmalte con plomo: “Aquí nadie se ha muerto. El plomo nunca perjudicó al ser humano”.

Son hombres y mujeres que por generaciones han cohabitado con la greta, el polvo que contiene óxido de plomo y sílice que, disuelto en agua, sirve para abrillantar los platos y cazuelas de barro.

“Desde hace muchos años nuestros ancestros trabajaron con la greta y no pasó nada, ellos murieron de 90 y 100 años”, sostiene Edgar Muñoz Ortiz, director de Desarrollo Artesanal de Tlayacapan.

Juan Allende Rojas, un artesano que coexiste con el polvo con plomo desde hace 48 años lo secunda y habla de un posible boicot de grandes empresas por desprestigiar la producción abrillantada con greta, y hasta de un complot para cerrar el mercado de las cazuelas de barro para posicionar la venta de las vasijas de peltre y con antiadherentes.

Netzy Peralta, coordinadora de Operaciones de Barro Aprobado, auspiciado por la organización civil Pure Hearth, trabaja con grupos de alfareros de distintos estados del país para concientizarlos de cambiar la greta por esmalte sin plomo, y asegura que ahorita es casi seguro que todos los productores de barro que usan greta registren altos niveles de plomo en la sangre.

Pero también hay alfareros que comenzaron el proceso de cambio a esmalte sin plomo y redujeron hasta el 52% sus niveles de intoxicación, y en esa medida hay casos de niveles de cero, asegura.

El plomo, conforme a referencias académicas, es un metal sólido de color gris azulado, blando. Se usa en la fabricación de baterías, en el revestimiento de cables eléctricos, en las tuberías, balas de armas de fuego, tanques y aparatos de rayos X, en pinturas, tintes y barnices, entre otros.

Viviendo con el enemigo

Un par de kilómetros al norte de la cabecera municipal de Tlayacapan, Morelos, trabaja Juan Allende Rojas, que convive con la greta desde hace 48 años, cuando apenas tenía 10 años de edad. La pobreza de su familia limitó su educación hasta la primaria y lo dirigió hacia la elaboración de cazuelas, platos, ollas, jarros y otras piezas en barro barnizadas con greta.

En su taller rústico forrado con lámina de cartón y cubierto con telas y madera, danza la greta por el aire y todo lo que hay en ese cuarto de 24 metros cuadrados, aproximadamente, está impregnado del polvo.

Él lo sabe, lo siente en sus manos, pero se niega a reconocer el peligro que corre su salud por el uso del polvo químico. En el suelo ordena sus piezas y al otro día prepara su horno rústico para “chambuscar” o “sancochar” la pieza, lo que significa un primer quemado para cohesionar el barro.

Al otro día prepara el barnizado y a mano limpia, sin cubrebocas o máscara de oxígeno, saca la greta y lo vacía en una vasija con agua. Mezcla, bate con sus manos y a cada nuevo vaciado, el polvo surca por el aire y se hospeda en ropa, láminas y barro. El suelo recibe las partículas del químico y luego revolotean en el aire al paso de las personas que caminan en el taller.

Cinco minutos después Juan logra la consistencia de la mezcla y ahora toma las piezas de barro y las zambulle en la vasija de uno y otro lado para lograr el barnizado.

En la primera quemada el fuego alcanza los 500 grados en un tiempo de dos horas a tres horas, para que el barro se ponga al rojo vivo y no salga tiznado o humeado; en la segunda quemada el barro esmaltado alcanza entre los 800 y 900 grados.

¿Y no le hace daño trabajar sin protección?

Hace unos años vinieron estudiantes del Politécnico, de la UAEM y la UNAM y me dijeron: ‘No les hagas caso porque nosotros hemos hecho análisis y el más tóxico fue el cobre, el aluminio, el peltre, el teflón y al último las cazuelas´. Para el gobierno fueron las cazuelas para apoyar a los empresarios americanos del peltre y aluminio, esa fue la razón verdadera”, dice Juan.




Al cliente lo que pida

En Tlayacapan, altos de Morelos, hay unos 60 alfareros y de ellos unos 20 siguen trabajando con el esmalte con plomo porque, por ejemplo, en cazuelas moleras los clientes piden que sean brillantes y con el color representativo de Tlayacapan que es como colorado, oscuro.

Edgar Muñoz Ortiz es director de Desarrollo Artesanal de Tlayacapan y dice a sus clientes que la greta no es peligrosa, “pero si quieren el esmalte libre de plomo les digo que lo consuman para que cambiemos y así nos ayudamos todos, porque una vez lo dejamos de usar y las ventas se cayeron al 50% y por eso regresamos a la greta”, afirma.

Sobre los riesgos a la salud afirmó que a la mayoría de sus compañeros les han realizado estudios y los resultados son de altos niveles de plomo, pero el cuerpo se siente normal, sin que presenten efectos secundarios por causas del plomo.

“Hasta ahora no sabemos de niños nacidos con malformaciones. Yo soy tercera generación y estoy completo”, comenta en tono sarcástico.

Netzy Peralta, coordinadora de Operaciones de Barro Aprobado, afirma que el barniz del barro se va desprendiendo paulatinamente con el uso y al cabo de un tiempo se consume con los alimentos, se adhiere al cuerpo y a los huesos.

¿Por qué muchos alfareros se niegan a dejar la greta?

Porque ya conocen el proceso de preparar el esmalte de plomo y uno nuevo lleva una curva de aprendizaje que significaría perdidas para ellos, experimentar, conseguir esos materiales. Entonces lo que buscamos con los programas Círculos de mujeres y Barro aprobado es justo que sean los alfareros que ya se animaron, enseñen a sus compañeros para tener un impacto a gran escala que permita ir sumando.

Martha María Téllez Rojo, investigadora del Centro de Nutrición y Salud del Instituto Nacional de Salud Pública, afirma que su grupo de trabajo ha documentado ampliamente muchas fuentes de intoxicación, pero la hermosa loza vidriada de color naranja es la más fuerte exposición al plomo.

“Lo que buscamos es crear una conciencia social en donde las personas elijan usar barro vidriado sin plomo, motivando a los alfareros que ya están haciendo el cambio y estimulando una producción saludable para todos”.
Se pretende, añadió la experta en el tema, conservar la tradición mediante la búsqueda de alternativas de hacer ese proceso de barniz.