Silenciosa y mortal: enfermedad de Chagas

Los lanzamientos espaciales también inyectan partículas en la estratosfera que absorben y reflejan la energía solar, calentando la estratosfera mientras se enfría la superficie. Estos cambios térmicos también conducen al agotamiento de la capa de ozono.

Carbono negro:
Los cohetes liberan toneladas de partículas microscópicas de carbono negro en la estratosfera.

Dióxido de carbono:
Cada vuelo emite entre 60 toneladas y 90 tondeladas.

Óxido de cloro:
Estos contaminantes son muy perjudiciales para la capa de ozono.

Vapor de agua:
Aunque suene inofensivo, también actúa como un gas de efecto invernadero.

Dos terceras partes de las emisiones de estos vuelos suborbitales turísticos se quedan en la estratosfera y en la mesosfera, entre los 12 y los 80 kilómetros de altura y se pueden quedar ahí hasta tres años, mucho más tiempo que emisiones de aviones comerciales en las capas bajas de la atmósfera.

Los cohetes de Blue Origin emplean oxígeno e hidrógeno líquido como combustible, pero no se trata de materiales inocuos, las emisiones de vapor de agua pueden impactar notablemente en la mesosfera y la ionosfera, dos capas mucho más altas de la atmósfera.

Óxidos de Nitrógeno:
Permiten la entrada de rayos UV y fortalecen la creación de nubes inesperadas que afectan el clima.

Los vapores de cohetes tienen un impacto 500 veces más grande que lo expulsado por los aviones, pues se emiten en lugares más altos de nuestra atmósfera.

En la actualidad, se calcula que hay más de 10 mil objetos artificiales con un peso que supera las cinco toneladas y que se han convertido en basura espacial.

Sólo hay 4 mil satélites operativos; el resto es chatarra espacial que se contabiliza en más de 30 mil.


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