En 1950 inició el Estudio de la Esperanza de Vida (LSS), que siguió a 120 mil hombres y mujeres de todas las edades para analizar su mortalidad.
Se incluyó al mayor número posible de personas que se encontraban a menos de 2.5 km del hipocentro de la bomba.
Se añadieron 26 mil personas que no estaban en las ciudades durante el bombardeo pero residían allí en 1950.
En 1958 se crearon en Hiroshima y Nagasaki los primeros registros de cáncer en Japón para documentar casos en supervivientes y descendientes.
Se tomó una submuestra aleatoria, emparejada por edad y sexo, de personas que estaban entre 2.5 y 10 km del hipocentro.
Los estudios LSS, AHS y de descendencia siguen activos y son la principal base mundial para estimar riesgos de radiación ionizante.
En 1958 comenzó el Estudio de Salud del Adulto (AHS), con exámenes bienales a 20 mil miembros del LSS.
Se desarrollan nuevos estudios, como el análisis de muestras biológicas de 30 mil personas para entender los mecanismos moleculares del cáncer.
Aumentaron casos de leucemia y de cáncer de mama, tiroides, pulmón, estómago e hígado.
Hubo más mutaciones y malformaciones congénitas en hijos de supervivientes.
Se registraron ansiedad, depresión, cambios de humor y estrés postraumático.
Altas dosis causaron náuseas, fiebre, diarrea y hemorragias fatales.
Se midieron con precisión, mejorando el entendimiento de sus efectos.