El programa NextSTEP de la NASA desarrolló un sistema de sensores para detectar y medir la cantidad de suelo lunar en el aire, mientras que la empresa Golden, con sede en Colorado, se encargó de diseñar un sensor de calidad del aire llamado Canary-S.
El polvo lunar o regolito es abrasivo y se adhiere a todo.
La unidad es alimentada por energía solar y una batería, transmite datos mediante tecnología celular.
El dispositivo envía un mensaje a una nube segura cada minuto, desde donde se manda al panel de control para su visualización y análisis.
En la misión Apolo 17, el astronauta Harrison Schmitt describió su reacción al respirar el polvo como “fiebre del heno lunar”, con estornudos, ojos llorosos y dolor de garganta.
Los servicios forestales lo pueden usar para monitorear las emisiones de incendios.
Puede medir contaminantes, como partículas en suspensión, monóxido de carbono, metano, y compuestos orgánicos, entre otros.
Los síntomas desaparecieron, pero la preocupación por la salud humana es una fuerza impulsora detrás de la extensa investigación de la NASA.
La industria del petróleo utiliza los sensores Canary-S para monitorear en tiempo real las emisiones de gases fugitivos.
La necesidad de gestionar el polvo para proteger a los astronautas y la tecnología ya es beneficiosa en la Tierra en la lucha contra la contaminación del aire.
Las cámaras de todos los teléfonos inteligentes proceden de un sensor ideado en la NASA que convierte los fotones en electrones que, a su vez, pueden transformarse en imágenes.
Los cristales que filtran la luz ultravioleta se desarrollaron para proteger a los trabajadores de la NASA ante destellos y haces láser.